viernes, 17 de septiembre de 2010

BOLIVIA

De pronto, el asombro.
No hace mucho festejaron los 5oo años de su conquista, cinco siglos donde murieron millones y el resto fue sometido al poder del vencedor.
Bolivia, un protagonista secundario del mundo competitivo, pequeño y con demasiados indígenas, sin salida al mar y al futuro.


No tiene clase dirigente, dirían los poderosos acusando la ausencia de gerentes sumisos.
No quieren terminar de vender sus recursos naturales, no van a salir de la pobreza, como si no hubieran entrado en ella por la puerta del dueño extranjero.
Nos daban el ejemplo de Chile, y de Méjico, como los candidatos al premio por mejor relación con los EEUU, necesitaban el éxito de los que elegían la relación con el imperio, separarlos del resto, de los fracasados.
Relaciones carnales, ¿recuerdan?.
Con la caída del muro no quedaban opciones, libre mercado con estado chico y miseria enorme.
En Argentina se marca un límite con la caída de De la Rua, a ese grado de extracción de riqueza no hay democracia que aguante.
Y el ciclo de la historia se revierte, cesan los vientos de derecha y la revolución aplastada en los setenta se vuelve sabia, olvida la violencia y se expande en la democracia.
Brasil se consolida, Argentina se recupera, Venezuela se inicia sobre las cenizas de su democracia sin pobres.
Los sueños de cambio parecían perdidos, y de pronto renacieron con más fuerza que antes.
Si el siglo veinte intentaba expresar a las internacionales y terminaba perteneciendo a las naciones, este siglo que comienza nace como reivindicación de las culturas.
Si vencía el comercio en la aldea global el consumidor era neutro y amorfo, tan universal como esclavo, la vida era solo una góndola.
De pronto China deslumbra al mundo, abandona el marxismo pero sin ingresar al capitalismo, hacen de la ideología un instrumento de sus necesidades.
Europa se cansa de acompañar en tareas insalubres y destinadas al fracaso, como en Irak donde el imperio no encuentra armas químicas pero tampoco la sumisión que le permita llevarse el petróleo.
Y aparece Evo, un indio que inicia la epopeya donde solo uno de ellos los puede recuperar del exilio al que los sometió el opresor.
Y algunos se molestan por la vestimenta, y nosotros recordamos al Mahatma con su taparrabo recuperando la sal.
La sal de los Hindúes, el gas de los bolivianos, las propiedades de los pueblos, y mencionar el agua como un derecho de todos.
Los profanadores del templo humano, los mercaderes, detenidos en su avance sin otro límite que el fin de la civilización, por aquellos que ni siquiera estaban en su agenda.
Las culturas, las formas de vida que cada pueblo engendra como original manera de relacionarse con la naturaleza.
Y ministros indios con nombres de indios, y cultura ancestral de esa cordillera que los conoce miles de años antes que el blanco dijera descubrirlos para tan solo dominarlos.
Y domesticarlos, esclavos sumisos pagando royaltis por aprender los cursos del buen vencido.
Y al verlo asumir a Evo uno recuerda “Los condenados de la tierra” de Franc Fanon, y “Retrato de un colonizado” de Albert Memmi, y el prólogo de Sastre al libro de Fanon, y las profesías de Camus frente a la liberación de Argelia.
Y “La batalla de Argelia” de Pontecorvo, y La Hora de los Pueblos, esa manera genial del General Perón de definir el futuro.
Y siempre igual, a los ricos les parecen brutos, trasgresores, impostores, populistas, demagógicos.
Y que van en contra de la historia, del futuro, del progreso, que son los nombres de las anónimas con que operan los estafadores hoy llamados “inversores extranjeros”.
Y dirán que aquel puede por el petroleo, este puede por la soja, y ellos pueden por el gas.
¿Y porque no?, y también por eso, porque la coyuntura lo permite, a Dios gracias, como en otros momento se opuso.
Pero los pueblos pueden perder mil batallas, y ellos, los opresores, los invasores, los inversores, los blancos cultos que juegan golf y mastican hamburguesas, esos seres que parecían superiores e invencibles, esos están viviendo el principio de la retirada.
Para ellos la historia son negocios.
Para los pueblo, gestos, símbolos, imposibles, sueños.
Y Evo nos a llenado de señales.