lunes, 31 de mayo de 2010

La Resaca: El pueblo habló

Todo fue asombro, la realidad superó los cálculos de los interesados en estudiarla, algo rompió de pronto los rígidos moldes de los supuestos expertos hasta el punto de que los que intentaron medir las consecuencias fueron sobrepasados por el espacio de las desmesuras.
El gobierno mostró su mejor talento para transitar la realidad y, en alguna medida, esa capacidad de ejecución lo salvó de explicar el excesivo número de sus enojos. Macri cumplió con creces sus expectativas  al imprimirle su sello de eficiencia al teatro que muchos imaginaban imposible de recuperar. La Iglesia se mostró homogénea como para explicar que no cambia de opinión por la distancia o los templos. Las provincias dijeron su presente con solvencia.

Por encima de la capacidad de las minorías,  un pueblo feliz recorrió Buenos Aires con sobriedad, con sus hijos en brazos para que recordaran los fastos, un pueblo que hacía tiempo no salía a la calle con esa intensidad.
Unos pocos huyeron a sus barrios privados para dejarles la ciudad a tantos que habitan los barrios reales del esfuerzo. Así, volvió a ocupar su ámbito la marea humana de los que disfrutan de ser masa, de los que están gozosos de sentirse pueblo. Conmovía verlos transitar paseos y eventos, ocupando todos los espacios que uno pudiera recorrer.
Si la minoría, que es la clase dirigente, estaba dividida y fracturada, abajo, entre los que habitan la patria que cumplía sus años, nada se imponía más allá del abrazo.
Los medios de comunicación reflejan todos el asombro por la cantidad, quizás importe insistir en el enorme valor de su calidad.
Allí estaba ese pueblo que no estuvo cerca en el nacimiento y sin duda marcó con su ausencia el Centenario, ese pueblo que ni siquiera tenía derecho a votar cuando los que se sentían dueños del destino colectivo imaginaban un futuro glorioso.
Con los doscientos años, el festejo les correspondió a las mayorías, silenciosas a veces, y se comprobó que sólo con ellas presentes se tiene derecho a mencionar lo colectivo.
Y las dos miradas, aquellos que conciben con Paretto que “la historia es un cementerio de elites” y la otra, la de los que pensamos que en el seno del pueblo se encuentra el verdadero sentido de la historia.
La presencia de otros presidentes latinoamericanos y la sensación de que todo era una fiesta ante el silencio agobiado de aquellos que soñaban otros rumbos plagados de inversores y de esclavos y un pobre debate que ponía rostro meditativo cuando apenas arañaba la realidad.
Ausente de la sociedad, la batalla política se resguardó en algunos recovecos y las viejas posiciones derrotadas se refugiaron en la evocación de glorias pasadas, en aquel Centenario donde todavía se veían como dueñas de una sociedad que necesitaba ordenar a los de abajo, imponerles un proyecto y su poder.
En esta fiesta, los visitantes superaban las pasiones de cualquier arco ideológico, las masas ocupaban las calles como manera existencial de cuestionar el lugar de remotas minorías ilustradas. Era la Hora de los Pueblos que ayer previera el viejo General, la hora del continente donde ya no queda espacio para soñar otro destino que el unido al de los hermanos.
El gobierno puso bastante leña para este fuego del amor a la patria en su aniversario, y la gente, el pueblo puso indudablemente mucho más.
Solemos seleccionar recuerdos según la mirada de las pasiones: los viejos fundadores estuvieron presentes pero el aluvión contemporáneo se impuso por su peso y su apasionada vocación de justicia.
Desde el folklore a la ópera tuvieron cada uno su más digno escenario, millares de padres con sus hijos en brazos intentaban que conservaran esas imágenes y esas voces para ser coherentes en el mañana de la patria.
Fueron tantos los enamorados que ocuparon las calles que la camarilla de quejosos por la gloria  no alcanzada se obligaron a hacer respetuoso silencio.
En este aniversario, no se advirtió ni  la sombra de ese ayer doloroso de las largas colas en los consulados, de aquel entonces donde fuimos una prueba del saqueo que diez años más tarde haría temblar el equilibrio del poder universal. El amor de los humildes a su tierra disolvió para siempre aquella vieja y decadente voluntad de ser colonia.
Ya vendrán encuestadores a medir el mañana electoral, que en esta dimensión de lo sucedido poco importa en definitiva.
Los doscientos años fueron el festejo de un pueblo seguro de sí mismo y de ser el propietario de su propio destino. Y eso sí, merece festejarse.
Podríamos evocar aquellas sabias palabras de despedida, “llevo en mis oídos la más maravillosa de las músicas que es la voz de mi pueblo”.
El 25 el pueblo habló.

viernes, 28 de mayo de 2010

Bigotes

Imposible describirlos, no sé si son un elemento decorativo o una carga heredada, si ayudan a pasar desapercibido o a convocar adictos al escrache.
Buscando en Corominas, descubrí que contrariamente a lo que podían opinar algunos periodistas que siempre remiten a los griegos, su origen es oscuro y germánico, bî god, “por dios”, en relación a la exclamación que alguna vez suscitaron. 

Los míos son hijos del exilio del 76, una idea de cambiar la cara para iniciar otra historia, pero están en la memoria de mi padre y en la sombría fotografía de mi abuelo.
Cuando me secuestraron les cortaron las puntas para inclinarme a las derechas.
Antes de que Fukuyama decretara el fin de las ideologías eran una definición de posiciones.
Los represores heredaban la moda de Hitler y los cortaban con escuadra para definir los necesarios límites.
La izquierda argentina los alargaba como a sus ilusiones, al estilo Palacios, y Caputo fue fiel a esa tendencia.
Waleza  los tenía extendidos como los sueños de los polacos.
Los de De Gaulle eran sutiles como todo lo francés.
En cambio Stalin,  que era comunista, pero hombre de orden los tenía como todo represor.
O sea que en política los bigotes de líneas geométricas imponen autoridad mientras que los de puntas estiradas refieren a la libertad.
Y si no que lo digan los espectaculares que lucía el genio de Dalí.
Para el tango “attenti pebeta”  son una herramienta de conquista: “que más que bigotes son un espinel”.
Así como las barbas, que no se ponen en remojo, suelen ser todas progresistas, los bigotes transitan todo el arco ideológico y cultural.
Están ausentes en el deporte y en el sacerdocio, son un símbolo masculino tan claro que a la mujer que lo comparte se la suele enviar al circo.
Hay hombres que les son leales de por vida y otros que solo los usan de a ratos.
Algunos apuntan hacia arriba como la esperanza de sus dueños, otros señalan el suelo proponiendo el pesimismo.
Y de puro leales  sobreviven a la calvicie.
Los míos tienen treinta años de permanencia, no estoy seguro de lo que digo, pero pienso que tienen que ver con alguna parte de la identidad, y si me los sacan, me pierdo.

jueves, 20 de mayo de 2010

La patria es un dolor que aún no tiene bautismo - Aniversario

Imposible ser original, un tema obligado suele ser trillado.
En esta conmemoración, el pesimismo será para muchos mayoritario. La fábula de que pudimos ser un gran país y perdimos el zapatito a medianoche, imaginando algunos que nos veían en el podio imperial, mientras tantos inmigrantes se habrían equivocado al bajar en este puerto, la conocemos y de sobra.
Luego, los recuerdos: la versión de los conquistadores es primera ya que nadie impone la versión real de los indios, que solo lograrían sobrevivir en su versión de mestizos. La Revolución de Mayo que nos libera de seguir siendo colonia española, y tantos sueños de ser universales sin llegar siquiera a forjar la propia identidad. Una inmigración tan plural como populosa que altera sin duda el tronco cultural incipiente al que imaginábamos pertenecer y los que nos enrostran un pasado glorioso y una generación brillante, todo eso para ellos, sin que los pobres pudieran siquiera votar.
El Centenario se vivió en estado de sitio y un siglo después, festejamos en democracia, pero con cierta crispación. En aquel tiempo Ricardo Rojas y otros abrían un debate que aún hoy está inconcluso.
Y de este presente agitado que vivimos no queda ni una obra que recuerde la fecha, ni torre ni obelisco que rememore en ladrillos lo logrado entre todos. Los enormes monumentos tubulares que incitan a la queja vehicular en la avenida 9 de Julio me recuerdan al Fellini de Ocho y medio que deposita en una estructura parecida sus dudas e impotencias.
La nuestra es una edad de la patria que está en condiciones de merecer ciudadanos maduros, convencidos al menos de que son adversarios que hace tiempo dejaron de ser enemigos.
Algunos nos comparan sin anestesia con otras experiencias más logradas, como si fuera lo mismo sumar decenas de sangres y culturas que exportar una identidad madura y organizada, como si la geografía y la historia fueran elementos secundarios al desarrollo humano.
No tenemos una identidad dominante, no pudo serlo la española y menos aún al gestar sus propios denostadores; nos llenamos de Italia hasta que una generación lo encontró poco elegante. Convocamos entonces a todas las etnias y alguno pensó que un crisol de razas se volvía síntesis en el primer intento. Demasiadas sangres para lograrlo en tan poco tiempo: en una fragua, el tiempo es necesario para elegir o asumir las características que nos dotan de cultura universal
¡Cómo no cultivar en exceso el psicoanálisis cuando tantas costumbres diversas nos cruzaron en los tiempos de elegir una identidad!
Conocer Europa es encontrar noticias del ancestro, asumir también que cada inmigrante tardó demasiado en consolidarse, que allá las guerras enseñaron mucho más que las palabras.
Pareciera que ahora, en este presente que deslumbra por confuso, ya no quedan dudas de que la patria la integramos todos. Claro que nadie logra tomar la distancia necesaria para ordenar los pedazos de esta manera de vivir la política. No logramos convertir las diferencias en matices y estos en riqueza para el colorido de este espacio que la vida nos legó. Algunos recurren a los próceres, otros recuerdan las injusticias, los hay que exudan pesimismo y hasta una minoría optimista pugna por sobrevivir.
Si bien es cierto que no es alentador el conformismo, no hemos aprendido todavía a respetar lo que somos, a aceptar lo que obtuvimos, como punto de partida para seguir construyendo. Pero mucho menos nos sirve esa frustración agresiva de patriota indignado por los altibajos del destino.
Todavía hay quienes cultivan la teoría del enemigo como energía necesaria para su propio accionar, sin pensar que los sectarismos se mueren por carencia de apoyos.
Sin embargo, parecería haber algo que asoma y comienza a imponer su criterio, ya no nos alcanza con denunciar al culpable.
¡Cuántos de nuestros mayores huyeron de sus tierras creyendo que eran yermas, y décadas más tarde algunos de sus descendientes pugnaban por recobrar aquella identidad! Si los abuelos habían huido de la miseria, algunos nietos terminaron enojándose con la tierra elegida y soñando con volver a la de sus antepasados.
En mi infancia de italianos del sur, algunas tías eran mallorquinas; mi vecino, paraguayo y el ruso mejor amigo de mi padre, un judío más bueno que el pan. El que más nos apañaba era un rosarino peronista y de Boca más morocho que Gardel que pasaba sus tardes en la puerta en pijama celeste y camiseta musculosa .Yo me siento orgulloso de ese pasado de inmigración e interculturalidad.
Hubo una historiografía oficial tan sesgada que exigió un revisionismo para intentar un acercamiento a la verdad, decenas de pensadores y analistas que aportaron su pensamiento para encauzar nuestras inquietudes.
Nosotros convocamos como nadie en América Latina a la inmigración para que en el Centenario hubiera quienes, paradójicamente, cultivaran el odio al recién llegado y armaran organizaciones xenófobas.
Tuvimos liberales del consumidor globalizado e izquierdistas del proletariado universal, y luego nacieron las variantes nacionales de esos rumbos. Todo lo importado necesitó gestar su versión nacional, con aristócratas que llevaban el tango a París y después, abundantes enamorados del imperio de turno.
Estamos gestando una identidad nacional, participando del parto de una cultura con decenas de aportes plenos de energía, angustiados por dejar un rasgo en el rostro definitivo. Es muy lento el avance pero es necesario señalarlo, cada vez nos alejamos más de la violencia entre enemigos para elegir los matices y enriquecer la mirada. Aunque doscientos años son demasiados para una vida y muy escasos para forjar una patria, hay una edad de nuestro país que nos acerca a una convivencia madura como fruto de un encuentro forjado.
Un mundo de inmigrantes que cargan sus memorias y sus próceres, una tierra donde no nos entendemos en el presente y mucho menos lo podemos hacer con el pasado. Con teóricos que estudian y debaten y un pueblo que impone su impronta con su hacer.
Yo admiro al maestro Borges, pero me siento discípulo de Leopoldo Marechal.:“La patria debe ser una provincia de la tierra y del cielo”. No acepto la hora de la espada de Lugones, claro que los relatos que narran mi destino son muchos y diversos y me cuesta todo el tiempo de vigilia encontrar un mañana diferente y más nuestro.
Somos una sociedad que se asoma a concluir su pubertad, una mezcla que se acerca a una síntesis. Siento que estamos cerca, que nos empezamos a enamorar de cómo somos y a sentirnos más seguros de la forma de vida que supimos forjar.
Insisto en esta idea: si los años nos miden el amor a lo nuestro, nos parece poco lo que hemos conseguido, pero empezamos a coincidir en el amor a esta tierra, y de a poco también a preferir a sus habitantes. Para una Nación, doscientos años es una marca de plena juventud, estamos maduros para conmemorar en soledad lo logrado, hacia delante ya podremos festejar todos juntos.
Quizá estemos más cerca de alcanzarlo.

martes, 18 de mayo de 2010

Fidel y Cuba

Están desde siempre, con medio siglo de presencia, una guerrilla y un triunfo donde nace el mito. Dividiendo aguas, con el odio de los amantes del imperio que sobrevive y el amor del que ya cayó, con los dos bandos alineados y sin dudar. Y nosotros, los que nunca soñamos jugar golf en Miami ni leímos a Marx como si fuera un libro sagrado, nosotros pasamos con ustedes tantos estados de ánimo como los que imponen el amor y la vida.


Hubo tiempos de quererlos a la espera de logros liminares, los hubo,  de explicar casi todo por el bloqueo del maldito, a veces fue el olvido y también, el desengaño.
Cuando el odio de las derechas, apoyando a Pinochet y a Videla, quería exigirles democracia, las cosas eran claras. Luego, siempre, llegaba el atroz castigo a la disidencia y uno no sabia de qué lado estaba.
El sueño del socialismo había quedado depositado en vuestras manos, aunque nunca aceptamos que lograrlo debiera ser al costo de la libertad.
Nos parecía que de no ser por Fidel, Cuba sería tan solo una isla más, y con solo escuchar los argumentos de cualquier "gusano" de Miami recuperábamos la epopeya, acompañados por el Che.
Cada uno recorrió su sendero con esa historia paralela a su vida, a veces, el lugar de los sueños y tantas otras, la escollera que los convertía en pesadilla.
Y los viajes a la isla, curiosidad y turismo, asombro y meditación; los largos diálogos con cubanos del común de la calle, sus historias, esperanzas y frustraciones.
Los que se tiraban al mar desesperados, las necesidades y los recovecos de una pobreza a veces digna y otras demasiado angustiada. La revolución como lanzamiento para buscar el imposible, como excusa para explicar la impotencia de tantos. La dignidad de los que hablaban poco, el orgullo de una medicina que desafiaba al mundo y el peso de una carencia cotidiana que ya poco tenía de sufrimiento pasajero. El cubano militante y amigo al que le prohibían ingresar al bar del hotel y nos justificaba su marginalidad con los riesgos y  peligros ajenos. La prostitución y los miedos de volver a ser como antes de soñar grandezas, el turismo y los males que sus verdes dólares imponían a ese carenciado pueblo.
Cincuenta años entre la admiración y la sospecha, dudando de la teoría de que no hay socialismo sin dictadura y de que la dictadura, cuando es de nuestro signo, merece ser justificada.
El socialismo nos ofrecía la justicia a cambio de la libertad, diciendo que era pasajero y volviéndolo definitivo.
Cuba nos llenó de ilusiones y de miedos, fue lo más parecido al amor, sublime en la entrega y por momentos,  atroz en lo cotidiano.
No había escaparates para la sociedad de consumo, los panes y los huevos tan ajustados a raciones como el arroz o los frijoles. Necesidades y controles definían un mundo con demasiadas diferencias a nuestras tranquilidades cotidianas.
El taxista que nos pedía la botella de aceite, la joven que esperaba una prenda de marca.
Sufridos pero dignos, erguidos en la pelea, sobraban necesidades donde casi desconocían la queja.
El infinito Gabo García Márquez, apoyando al comandante y su pueblo; Saramago que también vivió sus diferencias, y del otro lado,  Vargas Llosa, enemigo refinado representando a los ricos que hablaban inglés.
Fuiste nuestro sueño, nuestra contradicción y también lo irresuelto.
Una mañana llegué a Miami y me tocó de chofer un residente con acento cubano. Me molestó la manera orgullosa con la que me interrogaba sobre mi admiración por esa tierra de plástico. Respondí haciéndome el distraído al pronunciar mi provocación: “Sí, pero más me gusta la Habana”. Mi contendiente acepto el desafío y respondió; "Hace años que vivo aquí, tengo carro, casa, familia y seguridad en todo. Un par de años atrás nos permitieron volver de visita. Fui por mis parientes, les llevé regalos y ayuda, no podía entender la distancia entre nosotros. Tenemos todo mientras ellos no tienen nada. Eso si, algo tengo claro, la alegría se la quedaron ellos."

domingo, 9 de mayo de 2010

Estado y Privado

Alfonsin no pudo imponer el Estado a los grupos privados y sus aliados, los militares herederos del golpe.
Así, nos sorprendió la caída del muro con el gobierno más entreguista de la historia, que nos redujo a la sola decadencia. En eso consistió la política de Menem, quien pretendió superar esa crisis regalando el poder del Estado a los privados, en su mayoría extranjeros, destruyendo como nadie la estructura social más avanzada del continente.
Cavallo culmina la obra de Martínez de Hoz entregando patrimonio e incrementado la deuda: el viejo pensamiento liberal que ejecutó el genocidio con la dictadura completó el vaciamiento con una democracia sin objetivos.
La constante vocación colonial se expresó desesperada en sus últimos deseos de lo que ellos imaginaban como el glorioso país.
Es entonces cuando caemos en la crisis actual donde se advierte la ausencia de una burguesía industrial capaz de defender una idea de nación integrada y de una dirigencia dispuesta a pensar en un proyecto colectivo.
Entre la dictadura y Menem, lograron que las empresas extranjeras ocuparan mayor espacio que las nacionales. De esta miseria no pueden sacarnos los docentes de ética, se impone una visión de futuro.
Y en ese necesario espacio entre lo nacional y la distribución e integración social, el gobierno a veces ejecuta y otras está ausente, en tanto que la oposición ni siquiera suele darse por enterada.
Primero necesitamos un proyecto y luego alinear las instituciones y las virtudes detrás de él. Hoy no nos sirven ni la virulencia de las minorías que se creen revolucionarias ni la ética de los que buscan votos sin definir propuestas.
Surge entonces el gran interrogante: ¿quién esta más cerca de cambiar su destino? ¿Será el gobierno capaz de convocar a los adversarios o la oposición de forjar un proyecto nacional trascendente?
Somos muchos, demasiados, los que oscilamos entre la esperanza en el gobierno a veces y la rabia que generan sus expresiones, otras; entre la ilusión en la oposición, cuando se ilumina, y la frustración cotidiana, cuando transita su aburrida mediocridad.
No sé qué le impide al gobierno- al que nadie le cuestiona el manejo del poder- convocar al diálogo a sus adversarios, al menos a algunos, como para demostrar que también convive con los que no lo obedecen. Si fuera capaz de ciertos gestos que, aun cuando no le sirvieran para ganar, al menos le permitieran un final más tranquilo y una despedida madura…
Soñamos con una realidad en la que el gobierno y la oposición participen de una danza delicada y melodiosa; nos tocó, en cambio, este divorcio con alaridos y golpes bajos.
La oposición tiene demasiados jefes con escasez de ideas.
El gobierno tiene completo el espacio de los leales de la primera hora, para hacer política le falta ser capaz de incluir a los que no coinciden en todo.
El primero que rompa el gualicho y eleve la puntería tiene a su alcance una sociedad que lo necesita. De lo contrario, estará obligado a soportar este aburrido final.

Lo que leía Mandela en prisión - Fragmento de un discurso de Roosevelt


No es el crítico el que cuenta; tampoco quien señala al hombre fuerte cuando vacila o al que, habiendo actuado, podría haberlo hecho mejor. El mérito pertenece al hombre que está en la arena; cuyo rostro está manchado de polvo, sudor y sangre; el que lucha con valentía; el que yerra, el que tropieza una y otra vez, porque no hay esfuerzo sin errores ni fracasos.
El reconocimiento pertenece al que realmente persevera; al que sabe de grandes entusiasmos y grandes devociones; al que entrega su vida a una causa noble; al que al final del camino, en el mejor de los casos, conoce la satisfacción de los grandes logros y, en el peor, si fracasa, al menos fracasa habiendo aceptado los desafíos, de modo que su lugar nunca estará entre las almas indiferentes y temerosas que no conocen ni la victoria ni la derrota.

sábado, 8 de mayo de 2010

Diálogo sobre futuro y peronismo: Julio Bárbaro y Pablo Bruera

Ayer martes 4 de mayo se realizó la primera edición del ciclo Mesa de Diálogo, un espacio dedicado a intercambiar ideas y proyectos que contribuyan a definir el futuro político del país. La jornada contó con la participación de dos prestigiosos disertantes: Julio Bárbaro, referente histórico del peronismo nacional, y Pablo Bruera, intendente de La Plata y líder del Frente Renovador Peronista (FRP), corriente interna del peronismo bonaerense. Asistieron más de 200 personas, que superaron la capacidad del mítico restaurante porteño “El General”.
El díalogo fue orientado por preguntas realizadas desde el panel de periodistas invitados, integrado por Paulino Rodriguez (Radio Continental – Canal 26 – La Nación), Edgardo Antoniana (TN – Canal Metro), Hipólito "Pico" Sanzone (Diario El Día) y Pedro Romero (Agencia Nova). Al finalizar, se complementó con las inquietudes del público.
El inicio del debate giró en torno de la cuestión de la pobreza, a lo que Pablo Bruera dijo: “Hoy se puede ser un trabajador o un profesional y ser pobre. Ni hablar de la cantidad de marginación que tenemos. Es un problema a resolver por el peronismo, es el único partido político nacional que puede plantear esta situación.” En tanto, Julio Bárbaro reflexionó sobre la ramificación del peronismo al comentar que “hicimos el partido de Menem, de Duhalde, y de Kirchner. Pero no hicimos el partido de los peronistas. Esa es la deuda que tenemos con Perón”.
En el plano electoral provincial, el intendente de La Plata destacó la importancia de ganar, pero que "más importante que ganar, es saber qué es lo que se va a hacer". “En la provincia de Buenos Aires no paramos de ganar elecciones y eso no le ha resuelto los problemas a los bonaerenses. El triunfo mágico del “síganme” nos llevó a la peor catástrofe de la argentina en el punto de vista político. Y ante eso nos vamos a revelar”, sintetizó.
Sobre el futuro -uno de los temas centrales de la Mesa de Diálogo- ambos disertantes analizaron el rol de los jóvenes y su participación en la política: “Si le devolvemos al peronismo el pensamiento, el debate y la inteligencia, los jóvenes van volver sin necesidad de ir a buscarlos. Si queremos que se acerquen, hagamos algo de lo que nos sintamos orgullosos”, resumió Bárbaro. Se destacó el valor que tiene en la actualidad la tecnología y la comunicación en el ámbito de la nueva generación: “Nosotros tenemos que terminar de ser analfabetos tecnológicos, los pibes no lo son. Va a sacar mucha ventaja el político que se pueda comunicar y que pueda interpretar los intereses de los jóvenes”, sostuvo el máximo representante del FRP, quien además incentivó a fomentar la comunicación por Internet, haciendo ésta las veces de "unidad básica del futuro".
Ya en el tramo final de la primera edición de Mesa de Diálogo 2010, y con un sinfín de pensamientos expuestos, Pablo Bruera dejó en claro que la organización es la clave y que esa idea debe estar por sobre los personalismos. Mientras que Julio Bárbaro alertó que “si la obediencia es mayor que la rebeldía, se acabó el peronismo”, en un gesto de lección a tener en cuenta para los hombres que llevarán la bandera de la renovación.

Atentamente,
Ateneo Mesa de Dialogo
Para más información, encontranos en:
Twitter > http://twitter.com/mesadedialogo

sábado, 1 de mayo de 2010

Ley de Radiodifusión

Es mas maduro simular afecto que amenazar con un revolver sin balas.
La idea de cambiar la ley es fruto del pensamiento de la izquierda, es ella la que imagina a la realidad modificable por las normas, y la que intenta superar la debilidad con la agresión.
Es un sector enamorado de la confrontación y la derrota, no suele ser la mejor compañía.
Los peronistas pensamos distinto, conocemos la dialéctica entre los intereses de los poderosos y las necesidades de los humildes, y en lugar de envidiar o competir con el poder de los ricos intentamos ponerle límites y ayudar a los necesitados.

Hablar de una nueva ley cuando la mayoría parlamentaria es discutible implica declarar que  duelen los golpes recibidos, y que se extraña el poder perdido.
Es un sueño de fortalezas pasadas que solo remite a debilidades presentes.
Impulsan la ley algunos sectores intelectuales sumados a otros dueños de medios ilegales, dos miradas tan respetables como secundarias de hecho.
Nos hablan de un tope al número de licencias, un pensamiento medieval anterior al invento de la anónima y el testaferro.
Hay una ley de bienes culturales que pone un límite al capital extranjero y un convenio con los EEUU que nos entrega de pies y manos, resolver esto es anterior a toda ley.
En radios tenemos una distribución de frecuencias amplia, donde si hay concentración es en la audiencia, y eso es tan poco modificable como los resultados electorales.
El gobierno otorgo diez años de prorroga a todas las licencias de radio y televisión, en un gesto de libertad de prensa que lo honra y que debe reafirmar y no arrepentirse.
Es absurdo considerar el derecho de los que carecen de licencia y solo ensucian el espectro, como posibles permisionarios. En medio de bailantas y pastores algunas vocaciones de periodistas honestos no son excusa para sostener semejante caos comunicacional.
En toda sociedad normal una radio ilegal implica un delito, decidamos que es lo conforme a derecho y actuemos en consecuencia, toda dilación sobre ese tema implica una flagrante injusticia tanto para los que estando en regla son agredidos como para los que estando en falta son engañados con promesas de imposible cumplimiento.
Nuestro conflicto real esta en la televisión, espacio donde lo pago tiene un desarrollo de los mayores del mundo y la pobreza de lo gratuito deja al treinta por ciento de la población al margen de este beneficio de la modernidad.
El canal siete es una antigüedad de la televisión de aire, cuando había solo cuatro canales y el del estado tenia repetidoras donde el privado no era rentable.
Hoy con un setenta por ciento de la población con servicio pago superior a las setenta señales que el estado mantenga un enorme aparato para una sola señal es mas una manera de enrostrar la injusticia que una solución a la misma.
A más de cien kilómetros de esta capital el que no tiene servicio pago no tiene garantía de recibir más que alguna señal de aire de muy mala resolución.
Y luego, dentro de los servicios de cable se debe facilitar la participación de todas las señales que se generen y tengan posibilidades técnicas, tratando de que no sea solo el distribuidor de las mismas el que decida los contenidos que transporta.
La libertad de prensa es un lugar equidistante tanto del poder del estado como de las desmesuras de los privados.
En esencia evitar el monopolio es la función del estado, y lograr que todos los sectores se sientan reflejados y expresados en los medios es la definición de pluralismo.
Y aquí es donde aparece el debate sobre el espacio de los medios y la publicidad de los gobiernos y los privados.

Libertad y Publicidad

Sería bueno exigir que  los medios públicos tuvieran prohibida la publicidad privada.
De hecho la misma impone un espacio de sospecha en la transparencia de precios y en nada altera los gastos de mantenimiento.
Otro tema distinto es la publicidad del estado, donde si algún juez liberal considera que les toca a todos por igual es tan solo porque desprecia la democracia.
En nuestra realidad el estado tiene adeptos y enemigos.
Con Menem y Cavallo nos vendieron hasta lo que no teníamos, esas empresas son las que financian a los opositores al estado, que al menos este pueda sostener a los otros, a aquellos que por defenderlo no reciben publicidad privada.
Tampoco sirven las radios en manos de las intendencias, en su mayoría terminan convertidas en burocracias sin audiencia.
Y más irracional aun, que por tener la sospecha que quien adquiera un medio es amigo del gobierno intentemos alterar las leyes que rigen las relaciones contractuales.
En medio del estado y lo privado se encuentra el único sospechoso de inocencia, el ciudadano, al que tan sólo el empate técnico entre las dos ambiciones lo puede convertir en sujeto libre de optar.
Si el estado se impone convierte a la sociedad en clientela electoral, cuando el privado no tiene límites la trasforma en habitante de una góndola de supermercado.
Ninguna exageración es mas inocente que la otra, todo poder exagerado se construye a costa de la libertad de los ciudadanos.
Algunos periodistas se enriquecieron apoyando las privatizaciones, otros adulando a las privatizadas, cuando las opiniones defienden intereses las libertades se asemejan a las esclavitudes.
Donde las sociedades están fracturadas y en conflicto, cada sector en pugna genera su propia prensa, donde existe un proyecto común se necesitan normas que organicen la convivencia.
Y proteger los localismos, tanto en radio como en televisión cada comunidad debe tener derecho a su propia creación y no a la sola invasión de la metrópolis.

Conclusión
Tenemos radio y televisión en distintas manos y sin riesgos de monopolio. Además un convenio con los EEUU que debemos denunciar para que Radio Continental y Canal 9 no dependan de grupos extranjeros solo con la argucia de simular sociedades estadounidenses.
Y demasiados humildes sin nada que además le negamos la  televisión como entretenimiento y también como elemento de integración social.
Toda cultura necesita generar su propia imagen televisiva para no correr el riesgo de desaparecer como tal. En eso debemos agradecer que somos quizás el país del continente que mas señales produce y exporta buena parte de sus contenidos a otras naciones.
Debemos autorizar y auspiciar canales locales de alcance limitado para que toda comunidad que lo desee pueda tener su propia imagen.
Y todas estas necesidades exigen tan sólo del acuerdo entre el estado y la industria privada, camino que se debe recorrer con todas las dificultades que implique, y nos dejará constancia de cuales son los puntos centrales de la ley que necesitamos.
Hace falta un debate y un intento de acuerdo, luego vendrá la ley, que será tan importante y duradera como la cantidad de voluntades que se encuentren en su forjado.
Para otro tipo de enfrentamientos con la que tenemos nos sobra.

Aportes

 La noción recurrente de lo que pudimos ser y no logramos, de cómo hicieron otros para ser lo que envidiamos y de cual fue el momento en que leímos mal la receta y arruinamos el prestigio del restaurante, es tan remanida como falsa y absurda.
Si luego agregamos para sumirnos en la depresión, que somos los propietarios de todas las virtudes que decoran al vivo y de los peores y atroces defectos que definen a un pueblo, las consecuencias son previsibles.
Cumplida esta serie de absurdos presupuestos toda vida individual o colectiva suele convertirse en atormentada, y esta obligada a pasar por el diván de la ciencia.
Por momentos algunos aficionados a la historia intentan analizar nuestra sociedad sin tener en cuenta su raíz cultural.
Un segundo elemento que suelen dejar en el olvido es la ubicación continental.
Y el tercero y más dañino para nuestra esforzada búsqueda es remembrar destinos de grandeza que en realidad nunca estuvieron a nuestro alcance.
Como sociedad somos tan solo un conjunto de culturas migratorias que recién ahora están en condiciones de gestar su propia síntesis.
Cada cultura enfrento sus propias contradicciones para instalarse en la modernidad, todas debieron adaptarse y lograr una ecuación particular entre su identidad y la participación en el todo.
Y ese proceso era válido para aquellos que hubieran resuelto sus contradicciones internas, para pasarlo a términos individuales, que hubieran logrado su propia madurez.  
Las naciones como los individuos necesitan del tiempo para lograr su equilibrio, y nada indica que siempre lo logren.
La imitación o la burda copia no tienen ejemplos de logros significativos, por el contrario suelen forjar enormes frustraciones.
Japón pareció en su momento la mejor síntesis entre una cultura milenaria y el desafío productivo.
Los EEUU son sin duda la expansión de la cultura Inglesa dominante, con la incorporación de un conjunto de corrientes migratorias que hacen su aporte pero se amoldan al patrón mayoritario. Australia sigue sin duda el mismo modelo. Hasta el pueblo judío con su historia milenaria sufrió contradicciones graves al integrar distintas concepciones de vida.
En la Argentina el choque de razas es tan fuerte y disímil que la búsqueda de una identidad se convierte en el problema central.  Imaginar logros comunes con concepciones distintas es tan absurdo como trasladar a la política elementos que pertenecen a la cultura.
No solemos referirnos a las corrientes migratorias y su peso en nuestra realidad,  pero ese olvido no hace menos complejo el problema acuciante de la búsqueda de una síntesis.
Podrían ser cuatro las corrientes migratorias que mayor presencia imponen en la búsqueda de un crisol de patrones definitivo. 
Los criollos,  hijos de la fusión entre indígenas y españoles definen con fuerza las pautas del ser nacional.
En el siglo pasado, los italianos, españoles y judíos por su peso poblacional marcan su impronta en las distintas áreas donde se instalan.
Ingresan más de dos millones de inmigrantes italianos,  cerca de un millón ochocientos mil españoles, y unos quinientos mil judíos.  El dato de que en esta corriente sea mayoritariamente masculina, lleva a que en la primera mitad del siglo de cada cuatro argentinos entre veinte y treinta años, tres sean extranjeros.
La lengua, las costumbres, la cocina, se invaden y híbridan a cada paso. 
Todavía quedan centenares de casas comunitarias que ni siquiera expresan naciones, sino pueblos o provincias de las cuales vinieron miles y quisieron mantener sus costumbres.
La distancia entre los vascos y los gallegos,  o más significativa hace unos años, entre republicanos y monárquicos, dividía la Avenida de Mayo. Los anarquistas italianos, los judíos socialistas, los croatas católicos, la sangre, la ideología y la religión como aporte de riqueza y conflicto.
Tierra prometida y frustración con el fracaso. Debates de si somos Europa o América latina, sin aceptar que todavía estamos siendo, encontrando recién el lugar de parte que acepta el todo.Nos comparamos con la simpleza de no recordar nuestra situación.
Tamaña mezcla de sangres y culturas hace que nos demoremos en la definición de una forma de ser definitiva, que la política camine marcada por formas de ver el mundo y la vida que tienen más componentes culturales que de ideas.
Nos cuesta demasiado entendernos porque partimos de patrones distintos. La razón y la emoción son nutrientes que cada pueblo integra a su propia manera.
No somos ni mejores ni peores que el resto, tan solo intentamos encontrar nuestra particular y original manera de ser.
Finalmente todas las sangres se mezclan, las pasiones disuelven las culturas, pero lo nuevo tarda demasiado en aparecer.
Me críe en un barrio donde el origen migratorio tenía más vigencia que la profesión. 
Hubo racismo de los viejos habitantes, pero fue parejo para todos. Ser Gallego, italiano, ruso,  o Cabecita Negra marcaba una diferencia, y también una forma de marginar.
Algunos se integraron hasta el orgullo, otros no lograron salir del dolor del exilio y solo sueñan con emigrar.
Muchos admiran el lugar del imperio, y hasta algunos imaginan que sus logros son indiferentes a su papel de tal.  Absurda visión donde lo secundario se quiere convertir en principal.
Los países nórdicos ostentan logros sociales y económicos que en nuestras elites no gozan de buena prensa, serían más imitables pero demasiado socialistas para intentar copiarlos.
Europa avanza hacia una convivencia de veinticinco países,  que fácil nos sería todo si estuviéramos  ubicados cerca de su órbita.
Hace apenas décadas, teniendo mucha más historia que nosotros se enfrentaron en guerras que expulsaron a buena parte de nuestros antepasados.
La vida de los pueblos no es tan solo una competencia hacia el éxito económico, nuestros destinos van mucho más lejos que eso.
No existen recetas mágicas para ingresar a un lugar de equilibrio, solo entender que si logramos compartir la mirada sobre el presente podremos imaginar un futuro posible.
Como pueblo recién estamos saliendo de la pubertad. 
Cuando los primeros inmigrantes se enamoraron de nuestra ciudad gestaron un prototipo que dio origen a la palabra “cocoliche”. 
Si alguno imagina que copiando a otros seremos nosotros nos esta arriesgando al mismo resultado.
Luego los hijos de esos inmigrantes fueron tan nuestros que gestaron al tango.
Habiendo más hombres que mujeres no importaba la raza para sufrir un abandono.  Y el tango no llora, describe en verso y danza la dificultad de una etapa.
Hasta en la frustración y el exilio todas las sangres se comportaron en forma parecida, y muchos nietos decidieron volver al hogar perdido de sus mayores.
Cuando mis abuelos huyeron del sur de Italia, pensaban que Europa estaba terminada, pero recién nacía.
Cuando los nietos eligen el exilio puede ser el momento en que logremos una síntesis en el ser nacional que hace mucho soñamos.
Y en ese crisol de razas se está gestando el nuevo ser nacional.
Y algunos resentidos a quienes la economía les impide entender las naciones, pensaron que la indefensión era el desnudo necesario para ingresar a la globalización y la modernidad.
Solo cuando logremos compartir un proyecto común que integre a todos nuestros hermanos estaremos maduros para participar del todo, para integrarnos al  desafío universal.
Y a esa madurez es la primera vez que estamos arribando.
Nos sobra crítica y queja, solo nos falta acompañar con el esfuerzo.
Parece poco pero resulta demasiado, y solo nos queda intentarlo.


Debate

Es la hora de hacer autocrítica. Es tiempo de revisar los errores del pasado. Isabel Perón y quienes la rodeaban fueron el resultado del desprecio que una generación sintió por la democracia, mientras se optaba por la violencia política.
Olvidar el pasado puede ser tan negativo como regodearse morbosamente en él, en sus carencias. Si la obediencia debida y el punto final eran tan sólo muestras de debilidad frente a una justicia necesaria,con la última etapa democrática la situación es diametralmente distinta.
No fueron razones de influencia política ni exigencia de poderosos las que cerraron el juicio a la agonía de la democracia, sino que el golpe del 76 y su violencia explicaban demasiado del final de Isabel. Difícil de entender desde el hoy, en esos años los cultores del fratricidio nos trataban con desprecio a los que le poníamos fe a la democracia.
Nunca apoyé la teoría de los dos demonios, pero la adhesión a la violencia como única salida resultaba más fuerte que la posición ideológica de sus adeptos. Si el asesinato de Aramburu marcó el ingreso de sus gestores al mundo de afectos del peronismo, fue el asesinato de Rucci el que signó el fin de ese idilio.
Fuimos electos el 11 de marzo del 73, y hasta el 25 de mayo en que asumimos el gobierno pasé semanas en Trelew ayudando y debatiendo con los detenidos más importantes de la etapa. Allí ya quedaba claro lo complejo que era incorporar a esos militantes, acostumbrados a la clandestinidad, al desafío de la democracia. Por un lado, consideraban imposible que el gobierno los dejara libres; por otro, sentían que ese camino no servía para nada.
Acompañé dos vuelos charteados el 25 para trasladarlos a Buenos Aires. Pocas voces me quedarían tan marcadas como aquella de la azafata anunciando por el parlante: "Austral Líneas Aéreas saluda a los compañeros liberados y les augura el mejor de los éxitos para la vida que hoy inician". Alegría desbordada de hombres duros que liberaban sonrisas para reprimir las lágrimas.
Después, lo cotidiano; discusiones sin final sobre democracia y violencia, los límites de la realidad y el sentido de palabras sublimes como revolución, militancia, heroísmo, entrega, madurez, eterno juego entre las utopías y su concreción. Así volvieron las acciones violentas y fue necesario que el Parlamento actuara en consecuencia.
Reprimir por ley lleva a la confrontación: un grupo de diputados visitó al General, fue un debate televisado con varias renuncias a las bancas. Los voceros de una democracia por consolidar confrontando ahora con los otros, ayer tan sólo ambos enfrentando juntos a la dictadura.
Días preñados de conflictos, cada año merecía la memoria de una década. Los violentos sentían que la democracia los limitaba, intentaban retornar al espacio donde se sentían seguros. A los pocos días, el ERP ya reivindicaba su accionar militar. La democracia que festejó su llegada liberando a los militantes comenzó a discutir con ellos sobre el tiempo y la sangre, la solidez y limitaciones del reformista frente a los riesgos y la seducción de las armas.
Para la naciente democracia la violencia era un enemigo que la debilitaba en su esencia, que la igualaba en miedos a la dictadura que habíamos logrado derrocar juntos. Si la renuncia de los diputados fue un punto de inflexión, el asesinato de Rucci será el final de una muerte anunciada; luego vendrá la expulsión de los imberbes de la Plaza y finalmente la muerte de Perón.
Desde las exequias del General al golpe, sólo la agonía del sistema define objetivos y voluntades. Escritos y orales, los debates son el nervio de nuestras vidas. Eran muchos los que apostaban a "agudizar la contradicción", los que imaginaban a la democracia como un obstáculo para una confrontación entre el pueblo y las Fuerzas Armadas, para una marcha final hacia el poder.
Cuesta ubicarse en aquella coyuntura: la violencia asomaba como el Jordán purificador. No aceptarla implicaba todos los vicios probables: reformismo, cobardía, tibieza, debilidad. Imponer, entonces, la razón sobre el heroísmo y la pasión implicaba enfrentar el espíritu de la época.
Hoy, entender que los errores eran nuestros y asumirlos es una obligación. No hacerlo es una irresponsabilidad frente a las nuevas generaciones que necesitan convertir nuestras limitaciones en sabiduría. Isabel y sus secuaces son el resultado del desprecio que nuestra generación sintió por la democracia.
Perón había optado por los jóvenes, que eran lo mejor de su entorno; la renuncia de ellos lo dejó en manos de lo peor. La guerrilla obtuvo justificación en la dictadura primero, en el encuentro con el peronismo después. La infantil idea de "vanguardia esclarecida", de que la sangre acortaba los tiempos, la voluntad extrema del guerrero dominando las necesidades de la política... todas ellas son las causas de la derrota. Renuncian a la democracia para apostar a las armas, Perón fue el último que al integrarlos les ofrece una salida posible, son sólo ellos los responsables de lo peor que les sucedió.
Etapa intensa que merece el análisis frío de los actores que todavía podemos aportar algo a esa compleja mezcla de heroísmo y miseria. Demasiado compleja para que meramente algún juez quiera limpiar su imagen a su costa, demasiado pesada en nuestras vidas como para dejarla librada a la búsqueda fácil de chivos expiatorios.
No es que Perón necesite nuestra defensa; somos nosotros, es el futuro el que exige nuestra autocrítica. ¿O no llegó la hora?

Herminio

No fue uno más. Transitó la vida por el sendero de los sin escuela, y se doctoró de bruto, y no en Harvad  sino en el Harlen de Avellaneda: ningún otro negro aparte del nombre del frigorífico “La Negra”, ningún otro puente fuera del que les levantaron para que no pasaran. Pero ese 17 llegaron igual.
Con el diploma “Honoris Causa” de la calle, le habían enseñado poco y nada, pero le bastó para imponerse a muchos, a demasiados.
De Avellaneda, acá nomás pero muy lejos, el centro se hacía suburbio, las reglas eran las del vencedor. Duro y al frente, todo a pulmón.
Sin el prestigio de los doctores ni la gracia gratuita de los herederos, o sos peón y te humillan o sos tan malo que te temen. Eso sí, siempre te agreden.
Y de tanto poner el pecho nunca necesitó guardaespaldas
Los malos con abogados son empresarios y abundan, los que vienen de abajo son muchos pero llegan pocos y meten miedo. Son el terror del barrio norte, no hay gorda que al verlos no intente exorcizarlos con un discurso sobre la ética.
Hablan lunfardo sin importarles que el inglés esté de moda, brutos pero a toda honra, con las leyes de calle.
Me acuerdo la discusión con Luder: éramos pocos, Herminio se puso duro, Luder se vio obligado a expresar que el Jefe era él. Faltaban meses para la elección. Herminio pidió perdón como un caballero, con humildad y franqueza le respondió que él era peronista y sabía pelear por una causa, y que aceptaba su jefatura. Se hizo silencio; Luder tardó en asimilar el gesto de ese hombre temido que se ponía a su servicio.
Nunca obsecuente, tampoco rebelde por deporte (los de abajo no tienen tiempo para eso).
No le importaba ocupar el lugar que la vida le había asignado, pero a ese espacio lo había honrado con las más insobornables reglas para salvar la dignidad.
No está mal que los doctores reciban halagos tras halagos: lo trágico es que no se pueda triunfar desde otro lugar. 
A los que la vida no les dio ni escuela parece que sólo les corresponde la obediencia infinita. Mientras que en los educados todas las sublevaciones “visten”, a los humildes no hay rebeldía que les quepa.
Herminio hablaba mal pero pensaba mejor que tantos profesores, académicos y pusilánimes sin cabeza ni corazón. 
Podía escapársele un “sinmigo” pero fue un digno intendente que no dejó escapar el patrimonio del estado y que siempre defendió lo nacional.
Era duro como los de la mafia, su familia era el peronismo y sus virtudes y sus vicios tan públicos como su rostro marcado por la vida.
Cuando algún empachado con sopa de letras nos recuerda que preferíamos la alpargata al libro, se refiere a los Herminio, que como la vida no les dio escuela transcurrieron la calle usando la alpargata para leer las paginas de los adoquines. 
Cuando la dictadura perseguía, Herminio se refugiaba en su dignidad: impulsó y firmó el documento de los derechos Humanos que nos honró. Y cuando había que llevarlo nos dijo sin dudar, “Dejen que voy yo, si los ven a ustedes los pueden matar”.
Y la suerte le jugó una mala pasada: quemó el cajón en una elección que casi no tenía encuestadores, Luder no podía ganar pero el cajón fue una excusa omnipotente: lo convertimos en chivo expiatorio de nuestra mediocridad.
En el 83 no opinábamos ni sobre democracia ni sobre economía, nos creíamos tan invencibles como Perón y éramos tan despreciables como el gobierno que lo sucedió.
Uno sabe que hay cultos de derecha y de izquierda, habladores brillantes y escritores preclaros, que la educación da solvencia pero no razones, pero con los otros nadie da justicia ni explicación.
Cuando el pobre es anónimo y vencido es idealizado por todo espíritu justiciero.
Herminio es el otro: el que surgió de abajo pero no se achicó. El que le sacó el jugo a la vida cuando exigía, pero también cuando apostaba.
Es el pobre que no espera que los hijos de los ricos le hagan la revolución. Pretende hacerla a partir de él mismo.
Y el partido mayor de nuestras tierras, el de los cultos visionarios y preclaros, lo atacó con todas sus alas, derechas, centros y otras.
Cuando entendamos a los Herminios estaremos perteneciendo al sustrato de la patria sublevada, como diría el maestro Scalabrini.
Che Herminio, hubo un cajón que no quemaste: el tuyo.