lunes, 2 de mayo de 2011

Sindicalismo y poder


El peronismo tiene buena parte de su origen y permanencia en la organización de la clase trabajadora.
El General, que no dejaba temas librados al azar, los ubicaba como la columna vertebral del movimiento, nunca les dejo en sus manos la conducción del mismo.
Vandor es sin duda el intento de fundar el partido laborista, el de los sindicatos, aquí la columna se convertía en cerebro, derrotado ese intento   vendrá luego la hora de los combativos y los negociadores.
Ya en tiempos de Onganía surgen sectores que como Luz y Fuerza hablan del pase del sindicalismo reivindicativo al participativo, una manera de integrarse a las dictaduras de turno.
Los jóvenes universitarios descubríamos el peronismo de la mano de Ongaro, como siempre nos acercamos al pueblo con pretensión de ser su vanguardia.

Luego vendrán las obras sociales y en consecuencia un poder económico que los consolida como institución.
Es este el elemento que termina eliminando la movilidad electoral, el modelo se va acercando al de una alternativa de burguesía nacional.
Esa es también su virtud en una sociedad donde el empresariado suele carecer de conciencia política, aun de la que defiende sus propios intereses.
Las privatizaciones a manos extranjeras de los noventa muestran que la lucidez de las burguesías nacionales no floreció en nuestras tierras.
Y algunos sindicalistas que colaboraron en la destrucción del estado, fueron los más debilitados tanto entre sus afiliados como frente a la sociedad.
Normalmente la vanguardia sindical estaba en manos de las estructuras industriales de punta, la carne hasta la entrega del Lisandro De la Torre, luego los metalúrgicos y con la industria automotriz en Córdoba se viene la lucha que termina en el Cordobazo, obreros industriales en una sociedad sin desocupados.
La destrucción del ferrocarril dejo su lugar de vanguardia a los camioneros.
En una sociedad donde no tenemos sindicalismo empresario, donde después de la lucidez de Gelbard y Friguerio vino la decadencia de Martínez de Hoz y Cavallo, el sindicalismo con todos sus errores es una defensa de los intereses colectivos, a veces demasiado mezclados con los personales.
Es un sistema de salud algo más caro, pero nunca tan despiadado como el privado.
El sindicalismo necesita la renovación de sus dirigentes, demasiados de ellos son anteriores a la denostada dictadura, pero son parte del equilibrio social, sin ellos hubieran vendido hasta las veredas.
El estado después del desguase volvió a poblarse aun más  que antes, sin las empresas pero con los desocupados.
Los gremios del estado son más combativos, situación extremadamente injusta ya que sin lugar a dudas tienen una enorme protección en relación con los demás trabajadores.
La marginalidad es para nosotros un implante de los noventa,  y por falta de políticas de integración a quedado a merced de los partidos de izquierda carentes de votos pero dueños de una nueva generación de profesionales de la protesta financiados por un estado sin objetivos claros.
En síntesis, el sindicalismo es una herramienta que en un proyecto serio puede y debe colaborar como palanca de integración social.
Un factor de estabilidad que debemos mejorar, especialmente integrando a los marginales y caídos para que todos los trabajadores estén sindicalizados.
El poder sindical es necesario, los que duelen y asustan son los demasiados que quedaron afuera.

Buenos Aires, abril 29, 2011

Publicado en Clarín